jueves, 12 de marzo de 2009

A Lucila

Bajo la música que hacia alborotar a los adolescentes cuando recién nací, y que conoci hasta ahora, empiezo a recordar lo que sucedió cuando te vi subiendo las escaleras de una casa que empezaba a conocer de mano de la compañera de cuarto, era una sonrisa que envolvía en fantasía y de difícil poseción, por eso se convertía en algo aun mas tentador ya que sabia que tu compromiso era el juez. Si algo paso, después claro, cunado existiamos solo los dos, lamentablemente se desprende un fin cercano, es así cuando se vive tan intenso.


Ahora pienso en mi coronación, en las mascarillas y jeringas que vendrán luego de ella, solo quisiera que me cubran con una sabana blanca, algo sencillo y sublime. Y a mi lado quien camina? solo un reflejo gris y transparente que aparace cuando brilla el sol. He intentado buscar debajo de la arena pero no da resultado, las olas del mar destruyen cualquier avance. Me acerco al quiosco a comprar un helado de manzana, y trato de conversar con la niña que me lo vendió, es algo atractiva, y no entiendo es verano y ella vestía de jumper, no le pregunto, solo trato de imaginar su vida en la cotidianeidad hormonal que experimenta a su edad.

Miro las fotos de aquellas gastadas, por el rose que mis dedos dejan en ellas por las constantes visitas que les hago, siempre descubro algún detalle nuevo en algunas de ellas. Que pretendo, no lo se aun, observar. Y ver pasar las horas a la espera del tren que me dejará en casa, mirar tras la ventana hacia abajo, cuando el tren pasa encima de esos puentes grandes de metal algo oxidados.

Hoy visto de negro, de ropas antiguas y pretendo alejarme un poco del día y solo caminar sin un rumbo tan claro, y sin pensar me encuentro con un conocido, caminamos juntos en dirección de un bar y nos tomamos una cerveza, conversamos sobre el extraño pueblo que nos vio crecer, al oscurecer, pretendo seguir, en contra de lo obvio. Regreso por calles que no conozco. Ayer pensaba que este año cumpliria veintitrés y alguien me corrigió.

No me atrevo a preguntar si es que quieres pasar unos días acá, junto a mi; que pasaría con los mosqueteros que me acompañan. El calor del día me deja en claustro encerrado en casa, la noche demora en llegar, pienso en la edición de esta próxima publicación, algún día también exhibire esos escritos que guarda mi antigua croquera, los cuales fueron aprobados por una lectora que creía en esa tela de superficialidad que nos recubre a veces.

No hay comentarios: